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SALIDA CULTURAL A LA RIBEIRA SACRA
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Como colofón a las salidas culturales organizadas por la Asociación para el presente curso, el 26 de abril de 2025, a la 8:30 horas, se ponía en marcha la comitiva, de casi medio centenar de componentes, amparados por un seguro de accidentes innominado, rumbo a el Robledal Sagrado (que al parecer, por un error de traducción, derivó en lo que todos conocemos como la Ribeira Sacra, esa amplia zona configurada por las cuencas de los ríos Cabe, Sil y Miño), y más concretamente, hacia Doade, una pequeña aldea del concello de Sober; punto neurálgico de inicio de un recorrido por los Cañones del Sil y su fascinante patrimonio histórico y cultural.
Ya avanzada la ruta, Rosy, micrófono en mano, nos puso en antecedente con un avance de datos sobre el particular: que si eran fruto de una génesis tectónica, que el encajonamiento se produjo en el Cuaternario, que si la morfología del cauce se debe al hecho de discurrir por fracturas en bloques al comenzar el basculamiento de la planicie que se elevó por el Sur y por el Oeste, y que la erosión de las aguas hizo el resto; y muchas otras alusiones a aspectos históricos, culturales y del propio río que, como es bien sabido, es el que más agua aporta, aunque la fama la lleve el Miño.
Llegados al destino, después de unas dos horitas de autobús, y con tan solo unos minutos para tomarse un cafelito y atender a las necesidades fisiológicas no aplazables, comenzamos con el recorrido programado, no sin antes recibir las indicaciones precisas de Carmen, la propietaria del restaurante A Cantina, quien en cierto modo nos redefinió el programa, pues su detallado conocimiento del entorno, y teniendo en cuenta las dimensiones del vehículo, nos hizo desistir de la visita a alguno de los miradores, y nos aclaró, además, cuál era nuestro lugar del embarcadero, que resultó ser más cómodo que el que se pensaba en un principio.
Es ahí cuando aparece el tren turístico Aba Sacra, remolcado por un tractor amarillo (… que es lo que lleva ahora …), conducido por su promotor y, a su lado, una guía, en vivo, que nos acompañaría durante todo el recorrido. Este, tiene como dos partes: la ruta de los viñedos y la ruta de las adegas.
La primera de las cuales transcurre a media ladera, y ha de realizarse a paso de tortuga, ya que los desniveles y el trazado de la carretera, apenas insinuada, no da para más; circunstancia que casi se agradece, pues permite la contemplación del fascinante paisaje y de un patrimonio histórico y cultural único, desde la perspectiva que lo hacen los esforzados practicantes de esta agricultura heroica; donde cualquier fuerza de trabajo distinta de la mano del hombre, es impracticable.
En este sentido, como nos han explicado, ha supuesto un gran alivio el poder acceder a la zona por medio de vehículos y la utilización, limitada, de montacargas que permiten remontar las empinadas pendientes (Los menos pudientes han instalado una especie de rústico teleférico sobre postes; para entendernos, utilizando la tecnología del tendedero de ropa del patio de luces de toda la vida).
Han reclamado nuestra atención la disposición de unos depósitos de PVC en la cabecera de muchas explotaciones, que no tienen más objeto que acumular agua de lluvia para la preparación de los tratamientos fitosanitarios. Hasta ese punto llega la precariedad y el sentido práctico del entorno. Así mismo resultaba chocante la protección del contorno de las viñas con pastores eléctricos, que tienen como finalidad evitar las visitas de los jabalíes, que no solo “ayudan” a vendimiar, sino que producen destrozos en los soportes de los socalcos.
En cuanto a las bodegas, hay dos que destacan sobre todas: la Regina Viarium (tal vez tomado el nombre, “Reina de los caminantes”, del hecho de que por aquí discurre la Variante de Invierno del Camino de Santiago francés, que se bifurca en Ponferrada para sortear así las cumbres del Cebreiro) y la de la Rectoral de Amandi. Las restantes suelen ser de carácter familiar, de las que puede ser representativa la Adega Cruceiro que hemos visitado y catado, al aire libre, tres de sus vinos más característicos: un blanco, un rosado y un tinto mencía de barril (Según los más duchos, se ha podido percibir una gran variedad de sabores y matices que los hacen únicos). Todo ello precedido de una cumplida explicación por parte de Antía, la propietaria (con el apoyo del marido, Ramón, que por allí merodeaba) del proceso de elaboración, desde la vendimia hasta el embotellado (sin olvidarse del cuidado de las cepas y la conservación de los bancales que tan eficaces se han mostrado a lo largo de los siglos).
Desde aquí, a través de una carretera ya más convencional, y a una velocidad de crucero apropiada al tipo de vehículo, regresamos al punto de partida, el restaurante A Cantina, donde llegamos a “mesa puesta”, para sin pérdida de tiempo, reponer fuerzas, pues, aunque el esfuerzo físico ha sido escaso, y la hora era temprana, parece que había apetito.
Nada más dar cuenta del recado, nos dirigimos al autobús que nos aguardaba justo enfrente, y nos encaminamos al embarcadero que, como nos dejó bien claro Carmen, no era el de Doade, gestionado por la Diputación de Lugo, y con una zona de recepción y un área de servicios propia de este tipo de infraestructuras, sino el ubicado al otro lado del río, o sea en la provincia de Ourense, llamado de Abeleda, de pretensiones más modestas, gestionado por iniciativa privada; donde operan empresas como Viajes Prado (wwwRiosil.com), cuyo catamarán nos sirvió de plataforma flotante para nuestro crucero por un buen trecho del tramo del río (encoro) navegable.
Allí nos recibió, con honores, el responsable – guía de la empresa que, con gran cordialidad no exenta de formalismo, después de darnos la bienvenida a bordo, y efectuar la presentación de la tripulación (sorprendiendo el currículo literario del capitán, más propio de un miembro de la RAG), con un tono de voz un tanto impostada, pero clara y amable, nos ilustró durante todo el trayecto, con datos y comentarios sobre lo que aparecía a nuestro encuentro: viñedos, miradores, poblados, monasterios, confluencia de afluentes, construcciones varias, fauna y flora, etc., salpicados de anécdotas y vivencias personales; todo ello con un entusiasmo y un conocimiento del medio francamente envidiables.
Con personas así, la aplazada decisión de la UNESCO de declarar el paraje como patrimonio de la humanidad, no corre peligro. Como es sabido, en la última ocasión no fue incluida por el contenido de un informe del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), por un quítame allá esas pajas: que, si había aerogeneradores que, si los montes quemados se reforestaron con especies no siempre autóctonas, que había por allí unas canteras y cosas así. Es decir, nada que parezca insalvable.
Concluido el crucero (y pido perdón a una compañera por el término, pues podría condicionar el resultado de una disputa que mantenía con su marido, que sostenía que con esto quedaba saldada su promesa de efectuar uno), y previo un mini cónclave de urgencia, se decidió un cambio de ruta, y ocupar el tiempo que estaba destinado los miradores, a una visita a Castro Caldelas, lo que resultó del agrado de todos –bueno, con alguna reticencia por parte del conductor- , pues además de no repetir el trazado, el pueblo nos ha encantado: la céntrica plaza, el bien restaurado castillo –que hemos visitado, gentileza de Tino, que ya sabrá él como resarcirse del gastos- y todo limpio y ordenado. Utilizando una frase cuartelera (del tipo de la empleada por el presidente de una mesa redonda del XII Congreso de CEOMA celebrado hace tan solo un par de días, al dirigirse a la presidenta del comité organizador, al cierre, con un “sin novedad”), estaba en perfecto “estado de revista”.
Y luego de proveernos de la cuota de bica mantecada, y tomar algo en algunas de las terrazas de la plaza, nuevamente nos subimos al bus, para en un cómodo viaje, por una carreta de buen piso y sin apenas tráfico, retornar al origen.
Cuando ya teníamos la Ría de Vigo a la vista, Rosy tomó de nuevo el micrófono, para agradecer a todos la participación en esta salida cultural que, no solo es la última del presente curso, sino que también es el final de una etapa, ya que la actual Junta Directiva de la Asociación, no se va a presentar a las elecciones que se celebrarán próximamente. El cerrado aplauso de los presentes, quise intuir, que estaba dirigido a alguien especial que, esta vez no nos acompañó.
Leonardo Pérez Ferreiro
Secretario de Aulas de Formación Aberta
PDF:
Crónica salida cultural Ribeira Sacra 26.04.2025
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