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Salida Cultural a O Salnés 09.11.2024

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CRÓNICA DE LA SALIDA CULTURAL A LA COMARCA DE O SALNÉS

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Dando cumplimiento al programa establecido por la Asociación para la primera salida cultural del presente curso, la mañana del día 9 de noviembre, partía de Vigo la expedición de casi una cuarentena de socios y acompañantes –finalmente hubo un par de bajas de última hora- hacia tierras de O Salnés, teniendo como primer destino Cambados.

Como novedad logística, decir que se ha suscrito, por primera vez, una póliza de seguro innominado, que cubre los riesgos de todos los participantes en la totalidad del tiempo que dure la salida.

Pues bien, con estas premisas, y sin ningún incidente que reseñar, a eso de las 11 horas ya estábamos en plena Plaza de Fefiñáns, verdadero centro neurálgico de la localidad. Un lugar realmente imponente, configurado por el impresionante Pazo homónimo (una edificación en “L”, que tiene como elementos más característicos los balcones en forma circular incrustados en el esquinal de la torre), una atalaya-mirador conocida como Torre del Homenaje, el bello Arco Puente de traza barroca y la iglesia de San Benito (de estilo neoclásico, barroco y gótico, con sendas torres campanario que son como la guinda a la monumentalidad del lugar).

Luego de un rato para atender a las necesidades fisiológicas de cada cual, nos subimos al trenecillo turístico, que efectuó un recorrido por los tres barrios históricos (antes núcleos de población separados) que configuran la actual villa: el señorial de Fefiñáns, el administrativo y comercial de Cambados y el auténticamente marinero de Santo Tomé.

Al mencionar estos tres enclaves, no puedo por menos que hacer un paréntesis para referirme a un dicho que le escuché a un prócer de la zona, que matizaba una afirmación del Evangelio. A propósito de la tercera de las tentaciones de Jesús, después de haber ayunado 40 días, efectuada por el diablo, que lo transportó a una montaña muy encumbrada desde la que se veían todos los reinos del mundo, y le dijo: todas estas cosas te daré si, prostándote delante de mí, me adoras. Pero el personaje a que me refiero decía que la pregunta tenía un estrambote, que era: Todo esto te daré …. menos Cambados Fefiñáns y Santo Tomé; porque, de no ser así, tal vez hubiera sucumbido. En mi opinión se le puede disculpar la irreverencia, dado el entusiasmo que ponía en la exaltación de su tierra.

Pero volviendo al tren chup chup, que en su recorrido hizo una parada para que pudiéramos visitar las ruinas de Santa Mariña de Dozo que, en palabras de Álvaro Cunqueiro, es el camposanto más melancólico del mundo; y la verdad es que no deja indiferente a nadie, con sus paredes y arcos desnudos al cielo, ornamentadas con las características bolas, hace especular con la armonía que debió de lucir en su pasado más esplendoroso.

En su interior, junto con otras muchas, pudimos ver las lápidas que recuerdan el enterramiento de la primera esposa de Valle Inclán, y de una hijita de ambos.

Se trata de los restos de la antigua iglesia parroquial de Santa Mariña, patrona de Cambados, edificada allá por el S XII, y modificada y ampliada a finales del XV; que, por razones no totalmente esclarecidas, cayó en el abandono. El templo primitivo era de estilo románico, y la ampliación del gótico marinero, ya con elementos renacentistas.

Justo donde esperaba el tren, en la antigua casa rectoral, se ubica el Museo Etnográfico del Vino, uno de los primeros de España con temática vitivinícola; pero que no pudimos visitar por encontrarse cerrado.

Continuando con el recorrido, nos dirigimos hacia el puerto de Santo Tomé, siempre con explicaciones, a través de audio guía, acerca de los principales elementos de interés con que nos íbamos topando. En el acceso al pantalán, pasamos muy cerca de las ruinas de la Torre de San Sadurniño, mandada construir por el arzobispo de Santiago en la Alta Edad Media, en el islote da Figueira, a modo de torre de vigía; aunque también llegó a funcionar como faro (es accesible por un precioso puente de piedra, que las mareas vivas suelen sumergir).

Tras el recorrido en paralelo al paseo marítimo, y siempre dando frente a la península de O Grove y las Illas de A Toxa y de Arousa, desembocamos de nuevo en la plaza de las plazas: Fefiñáns.

Y, sin solución de continuidad, enlazamos con el siguiente punto programado: la visita al Pazo y fincas de Fefiñans. Al menos de una parte, pues la planta baja de una de sus alas, la ocupa la Bodega Pazo de Fefiñanes, y la otra la de Gil Armada; y la planta superior de esta segunda está dedicada a residencia familiar; por lo que han quedado excluidas de nuestro recorrido.

Como distintivo respecto de otras construcciones paciegas, resalta nuestra guía, que la propiedad nunca ha salido de la familia fundadora, si bien en la actualidad está dividido entre dos ramas de la misma.

Al deambular por sus salones, dependencias y estancias (que mantienen sin apenas adulterar el mobiliario y equipamiento original) se aprecian el gusto y refinamiento de sus moradores, como es buena muestra el papel pintado que decora los paramentos de uno de los salones, traído, según nos explican, por el Marqués de Figueroa desde Rusia, durante su periodo de embajador en aquel país. También resultó sorprendente la presencia de tres gravados de Goya y uno de los pocos ejemplares originales del mapa de Galicia elaborado por Domingo Fontán.

Ya fuera del edificio, hicimos un recorrido por distintas parcelas del entorno (en su día dedicadas a la actividad agrícola y hoy a viñedo y césped). Tras salvar el paso sobre la calle Rosalía de Castro, a través del hermoso arco-puente, nos adentramos en la otra parte de la hacienda, en una pequeña proporción dedicada a jardín y una mucho mayor (no recuerdo bien si una o más hectáreas) al cultivo de la vid, en emparrado, casi exclusivamente de la variedad albariño. Detrás de un muro, de buena factura, comunicado por un portón, se accede a otra gran extensión de terreno, conocido como El Bosque, poblada por una amplia variedad de árboles que generaban la madera y leña necesaria para el mantenimiento de la actividad en el Pazo.

El itinerario concluyó en las inmediaciones de unas construcciones dedicadas a la destilación y elaboración de licores, donde se procedió a la cata y degustación del vino procedente de este pago, aunque elaborado en instalaciones situadas fuera del mismo, unánimemente valorado por su indudable calidad y por lo oportuno del momento.

Y ya un poco fuera de horario, nos dirigimos al restaurante del Hotel Europa, donde dimos buena cuenta del menú que Rosi había concertado.

Relajados y satisfechos, volvemos al autobús que enseguida nos conduce hacia al concello de O Grove. Nada más rebasar su istmo (según Rosi por gentileza del conductor, aunque yo creo que también por recomendación de don GPS), tomamos la estrecha carretera que rodea la península por su margen Sur y Suroeste, pudiendo así contemplar la playa de A Lanzada, las urbanizaciones de Piedras Negras, San Vicente do Mar, o imaginar el contorno lleno de pequeñas playas y enclaves pintorescos.

Así, por una carretera cada más vez estrecha y sinuosa, entre abundantes construcciones en el último tramo (no siempre a la altura del paisaje natural), llegamos al Faro de Punta Moreiras, donde se encuentra el Museo das Salgadeiras de Moreiras, en un emplazamiento ciertamente precioso.

Se trata de un pequeño museo etnográfico sobre la cultura marinera, enfocado hacia las artes de pesca y la salazón y conserva del pescado. El guía nos acompañó en un recorrido por las distintas secciones, con explicaciones entusiastas y bien documentadas, que conectaron muy bien con la sensibilidad de muchos de nosotros (en especial con Javier Soliño, que vivió dentro de su propia familia alguna de las labores expuestas, de las que incluso dice conservar alguno de los útiles o herramientas utilizadas).

Y ya con la noche encima –cosas del cambio de hora-, con la sensación general de haber cumplido con las expectativas, volvemos al bus, camino de casa.

Leonardo Pérez Ferreiro

Secretario de Aulas de Formación Aberta