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CRÓNICA DE LA SALIDA CULTURAL A ALLARIZ

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El viernes, día 15 del mes de marzo de 2024, se puso en marcha la programada salida cultural a tierras de Allariz, organizada por AULAS DE FORMACIÓN ABERTA, con algo más de 30 participantes, que partió de los lugares habituales: calles Torrecedeira y Arenal, sin que se registrase ninguna incidencia.

Durante todo el trayecto de ida nos ha acompañado una, por momentos, espesa niebla que, una vez en el lugar de destino, dejó paso a un sol primaveral. Esta circunstancia resultó propicia para que Rosy, la habitual encargada de la logística, nos ilustrase con una documentada reseña acerca de Allariz, con alusión a su pasado como capital del reino de Galicia, a sus iglesias románicas de San Estevo y de Santiago, su monasterio de las Clarisas, su puente románico de Vilanova, sus ya desaparecidas factorías relacionadas con el curtido de pieles, o el ejemplar estado de conservación del burgo medieval. Y sin olvidarse de los museos de titularidad municipal, las modernas tiendas de moda, los jardines fluviales temporales o el puente de madera sobre el río Arnoia, construido sin elemento de ligazón aparente (es decir, sin clavos ni nada similar), obra del arquitecto pontevedrés Cesar Portela, con un solo parangón mundial en una ciudad del Japón, cuyo nombre no he podido retener.

 

                                                   Museo do coiro e do xoguete

Una vez allí, después de un momento de relax para tomarse un cafelito, un guía nos acompañó por una de las calles céntricas, con sendas paradas en los museos del juguete y del cuero y, ya por libre, complementar el recorrido hasta el restaurante, con alguna referencia intermedia ineludible, como los almendrados de la Repostería de Fina Rei o el conjunto escultórico dedicado a la fiesta de O boi. Algunos no han desaprovechado la ocasión para tomarse un “protector estomacal,” muy recomendado antes de las comidas.

O boi

Ya, después del almuerzo, en el restaurante reservado al efecto, con alguna inevitable contingencia, nos dirigimos, en bus, a la próxima parroquia de Santa Mariña de Augas Santas, en donde nos encontramos con una explanada bien acondicionada como parada y estacionamiento de vehículos, en la que ya nos esperaba un guía que, con gran entusiasmo y profesionalidad, nos acompañó en un corto recorrido a pie hasta su “catedral”.

La primera impresión para los que no conocíamos esta iglesia más que por referencias, ha sido extraordinaria; tanto por sus dimensiones ciertamente catedralicias, como por su arquitectura (Románica en sus tres ábsides y en lo que abarca una primera fase de construcción, y de transición hacia el gótico en la fachada principal y en la parte más elevada de la edificación), con soluciones constructivas bien interesantes y sendos rosetones, enfrentados entre sí, de igual diámetro, que proporcionan, en días soleados como el que nos ha tocado, una iluminación interior muy acogedora.

Justo a la entrada del atrio, enfrente de los mencionados ábsides, hacemos una parada, en la llamada Fuente de Santa Mariña, donde aprovechamos para tocar e incluso beber de la abundante agua que mana de sus dos caños (aunque lo usual entre los más devotos es tomarla de la fuente que se halla en el interior de la Capela de Santo Tomé (un pozo que se encuentra dentro de un edificio que forma parte de la rectoral –antiguo Pazo de verán do Bispo-, del que no dispusimos de llave de acceso).

 

 

Santa Mariña de Augas Santas

Estando aquí, junto a un tronco de un roble de una antigüedad de más de 400 años, y que hace muy poco, sin una causa especial aparente, se abatió la que era su rama principal; la casualidad quiso que en ese preciso momento pasase por las inmediaciones un vecino, con su herramienta de trabajo en el campo al hombro, lo que le dio pie al guía para glosar la capacidad milagrosa de la Santa; pues cuando se produjo el desplome del carballo, lo hizo justo donde se encontraba este vecino con su nieto, sin que ambos resultasen con el mínimo rasguño.

Tronco do carballo

Luego se explayó un poco más sobre esta faceta milagrosa de Santa Mariña, de la que asegura que, al contrario que otras muchas cuyas “competencias” o abogacías son especializadas, ella es transversal y sus favores abarcan a cualquier tipo de vicisitudes.

Aparte de ello, y de hablarnos del templo y su relación con el medio donde se ubica, ha centrado nuestro interés en dos focos: el Camerino de la Santa (una estructura de estilos arquitectónicos múltiples) recientemente restaurado, incluso con la policromía que se supone original y la ruta arqueológica de Mariña, un recorrido de apenas 4 kilómetros (dos de ida y dos de vuelta) con interesantes hitos (Castro romanizado de Armea, a Picouta da Santa (As Pías) y la inacabada Basílica de la Asunción), que nos hemos emplazado a recorrer en una siguiente oportunidad.

Finalmente nos refirió la famosa leyenda de Mariña; una joven, huérfana de madre y desahuciada por su padre (El gobernador romano Teudio), educada en la religión cristiana por su nodriza que, encontrándose pastoreando (el lugar concreto se lo disputan varios pueblos de la zona), fue avistada por el prefecto romano Olibrio, quien quedó prendado de ella. Pero su formación religiosa le llevó a rehusarlo, lo que despertó la cólera del romano, que mandó inferirle múltiples y sucesivos castigos: desde encerrarla en una torre (se apunta que pueda haber sido la de Sandiás), sumergirla en un estanque de agua o hasta quemarla viva (dicen que en el llamado Forno da Santa (situado en la cripta de la capilla inconclusa de la Asunción, que se halla a unos dos kilómetros), sin que la niña sufriera ningún daño, ni aflojara en sus convicciones.

Llegado a este extremo, el romano optó por que fuera decapitada, y al ejecutarse la orden y desprenderse su cabeza, esta botó tres veces en el suelo, a la vez pronunciaba la palabra “creo, creo, creo” (dada la época, es de suponer que lo diría en latín); en cuya memoria brotaron los tres actuales manantiales de Augas Santas.

Impregnados de este espirito místico, volvemos al bus siguiendo otro itinerario al de la ida, para dirigirnos al siguiente destino, este más relacionado con el dios Baco: la bodega Ramón do Casar, situada e O Prado (Castrelo do Miño), donde nos recibió su propietario que, después de una breve visita a las instalaciones bodegueras, nos hizo una demostración y cata de tres de sus vinos representativos, siempre blancos.

Alguno echó en falta unos pinchos para acompañar; pero dada la hora un tanto intempestiva de la visita y que esta ha sido gratuita, se puede entender. Aunque bien es cierto que hizo caja, pues quien más quien menos, salió con su compra bajo el brazo.

Después de la foto de grupo de rigor, cuando ya se estaba ocultando el sol, emprendimos el viaje de retorno, con una breve parada en Castrelo para recoger un nuevo viajero: la perrita de José Luis, que había pernotado en casa de un familiar, para cubrir mejor la ausencia.

Leonardo Pérez Ferreiro

Secretario de Aulas de Formación Aberta

Vigo, 16 de marzo de 2024

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CRÓNICA Salida cultural a Allariz y Santa Mariña