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Presentación de la memoria 2015 del Consello Social, palabras del presidente D. Ernesto Pedrosa Silva
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MEMORIA DEL CONSELLO SOCIAL presentación del presidente, año 2015
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EL GRAN CAMBIO
VOLVER A LA UNIVERSIDAD
Es un hecho evidente que cada vez en mayor medida los ciudadanos reclaman otros modelos educativos, más flexibles y adaptados a las nuevas circunstancias vitales. La sociedad irrumpe con fuerza en la búsqueda del conocimiento. Y las universidades necesitan anticipar respuestas. Los programas comienzan a adecuarse a las necesidades de un mayor número de personas, y en particular a las demandas de la población adulta que demanda formación en la etapa intermedia o final de su vida laboral, por necesidad profesional o por el simple y puro placer de saber más.
Una rápida mirada alrededor evidencia que estudiar por vocación es ya una tendencia poderosa, a la que las universidades intentan adaptarse a gran velocidad, aunque bien es cierto que en nuestro entorno el marco legislativo va más lento y está poco desarrollado. Este contexto adverso tiene reflejo en la baja participación de la población adulta española
en los programas universitarios respecto a la media de la UE. Pero la estadística no empequeñece la explosión producida por el ansia de saber, que se multiplica curso a curso, hasta el punto de crear un movimiento con volumen suficiente para alumbrar ya una tendencia sólida e irreversible.
Como presidente del Consello Social sostengo que los alumnos –en todos los niveles y en todos los aprendizajes- son uno de los componentes más sensibles y más dinámicos de cualquier Universidad. En ellos reside el mayor potencial porque son los mejores transmisores de los beneficios que la institución universitaria debe reportar a su entorno, a la sociedad; y porque ellos serán el reflejo más fiable del éxito o fracaso del modelo universitario. Y si esto sirve para los jóvenes estudiantes, con más razón ha de ser aplicado a los mayores que se desenvuelven en ámbitos con retornos más sólidos y de más largo alcance.
Creo que de nada sirve crear un espacio uniforme para las universidades europeas, ni arbitrar los mejores planes de estudio, ni unificar facultades, ni dar pasos decisivos para la homologación o racionalización de títulos, si al final no conseguimos una universidad enriquecida y conectada con el sistema productivo, con la vida empresarial, con el mercado de trabajo… pero sobre todo con el pulso de la sociedad.
Y aquí es donde creo también que los alumnos senior son el más valioso argumento y la mejor garantía de que la universidad transita por el camino correcto. El acercamiento cada vez mayor que hacen a la educación superior, cómo aprovechan su saber, cuánto le piden y cuánto reciben transforma la existencia misma de las universidades, ensancha su legitimidad social y determina en buena medida su rentabilidad pública. Además, con ellos en las aulas, en esta época de planicies vitales, la universidad se convierte en un sentimiento vertical dentro de la sociedad y en una forja de valores especialmente saludables para la convivencia y la calidad de vida de todos nosotros.
Esos nuevos estudiantes son un claro horizonte en tiempos confusos. Y no solo porque ayudan a un cambio que a las universidades les cuesta y contribuyen a que la calidad y la rentabilidad de los recursos empleados en la enseñanza superior alcancen niveles óptimos. Es que además ayudan a la universidad a adquirir y cultivar una reputación absolutamente necesaria para su supervivencia, alumbran nuevos caminos para una universidad necesitada con urgencia de nuevos modos en la formación, en las relaciones, en los servicios y en las prestaciones; y ayudan también a entender que la docencia de “talla única” ya no es válida para este mundo digital. Son pioneros y precursores de horizontes que sin su presencia serían inalcanzables, porque hacen posible una universidad más flexible y evolucionada, en la que –por ejemplo- no se necesita Selectividad, en la que el mercado laboral no es el objetivo que separa el éxito del fracaso, en la que se pueden elegir asignaturas a la carta que hacen posible que hoy existen titulaciones otrora impensables como Grados en Filosofía, política y economía, o grados en Global Studies para formar a futuros líderes internacionales que sean capaces de analizar y tomar decisiones de alcance mundial en política, economía, comunicación o salud.
Pero no siendo un mérito menor lo ya dicho, son en sí mismos un centro de conocimiento y de experiencia de extraordinario valor, son una fuerza docente ilustrada y enriquecida en muchos casos por fructíferas trayectorias profesionales. Vienen a la universidad a aprender, pero tendremos que pedirles que también vengan a enseñar. Porque representan una oportunidad formativa extraordinaria. Su labor fertilizadora ha de ser aprovechada al máximo, porque poseen el bien más preciado que hoy una universidad puede ofrecer: la formación competencial, la que le será verdaderamente útil a los alumnos jóvenes, a los que cuando se gradúen las empresas ya no les van a preguntar qué has estudiado, sino que les preguntarán qué sabes hacer.
Por todo ello debemos felicitarnos por su llegada a las aulas. Pero también por poner al servicio de todos los conocimientos, la experiencia y el ejemplo que tan generosamente nos ofrecen, dándonos así la oportunidad de que las nuevas generaciones accedan, sin tener que matricularse, a másteres intensivos de realidad y saberes prácticos.
La Universidad está, verdaderamente, ante un gran cambio. Y con ella la sociedad. En lo que nos concierne más directamente, las últimas estadísticas apuntan una tendencia en la que descienden los alumnos universitarios menores de 25 años y son cada vez más los mayores de 30. Y en este registro, la Universidad de Vigo sobresale en el mapa español.
La Asociación de alumnos del Programa de mayores de la Universidad de Vigo son un valioso ejemplo y testimonio de los tiempos que vivimos, y nos inducen al optimismo. Sus miembros poseen el crédito suficiente para que en lo posible desaparezcan los discursos de sospecha y desconfianza entre la Sociedad y la Universidad. Y estos nuevos estudiantes abren un camino nuevo de altísimas prestaciones, porque el intercambio que se produce en este marco concentra energías y afectos imbatibles en esa causa, porque son en sí mismos un centro de conocimiento y de testimonio de extraordinario valor, son una fuerza docente ilustrada por fructíferas trayectorias y responsabilidades, por brillantes currículums profesionales o por acreditadas y excelentes experiencias prácticas.
Con ellos, la Universidad de Vigo abre nuevos futuros.
Enlace a la memoria 2015